miércoles, 15 de agosto de 2012

PAOLA


…tango, sexo, sexo y amor
tanto tango, tanto dolor…

Ella estaba en quinto y yo en tercero, una tarde a la hora crepuscular me encontró en pleno pasillo, me secuestró a un salón y  gloriosamente me desvirgó.
No solo me desvirgó, tambien me desahuevó. Hasta entonces lo más cercano que yo había estado a un pubis descubierto eran las fotografías de la enorme colección enciclopédica de revistas Hustler que el doctorcito – mi compañero de salón, tremendo onanista- nos traía al colegio  y ojeábamos un grupo pequeño de adolescentes afiebrados encerrados en un cubil tras de los salones donde la entrada era prohibida para cualquiera, excepto para nosotros, los miembros fundadores del clan pajeril, que en aquel colegio de gente tan pía hizo historia.
Aquellos tiempos, me devanaba los adolescentes sesos alucinando la gloria extrema de dos senos  entre mis manos temblorosas e ignorantes de aquella textura de ensueño, pensando a la vez un tanto absorto que aquellas aventuras de fábula estaban destinadas a vivirlas un exclusivo puñado de seres afortunados, a los que la suerte les había sonreído, sin serles esquiva  y entre los cuales, pensaba desanimado hasta la desesperación, me encontraba excluido por designio divino o maldición de algún diablillo malhechor.
De eso también me  desahuevó aquel memorable oscurecer; con una mirada que irradiaba engañosa inocencia me dijo; hola, tu estas en tercero no? Y desde aquel momento de ella supe básicamente cuatro cosas: que se llamaba Paola, que estaba en el salón de quinto, que le gustaba oír su cassette  de the Doors y que enloquecía con el sexo.
Me enseño de todo, aquellas tardes memorables, en momentos clandestinos y apurados en cualquier rinconcito entre el librero y la pared de cualquier salón vacio de aquel colegio monacal, donde tanto me insistían a rezar, y yo rezaba bajito: Gracias Dios, porque soy un feliz pecador. Me enseñó que el arte está en la práctica y el movimiento y que las mujeres nacen cucufatas, y que la pose del misionero no basta y que si levantaba un poco la piernita se sentia mejor y… y… y…
y…algunos años después, hoy,  en la ciudad menos probable de todas las improbables la he vuelto a encontrar, igualita a ese entonces, nos abrazamos emocionados, como viejos cómplices, como quien tiene por resolver asuntos pendientes: oye Paola vamos a perdernos  por ahí a esperar que se ponga el sol nuevamente y deja que te enseñe esta vez yo un par de cosas que en aquellos tiempos, en aquellos salones colegiales no sabíamos….
                                                                                        Cisco de Melk

No hay comentarios: